Se sabe, por experiencia y a través de la ciencia, que consumir alimentos altos en azúcares pueden provocar un shock de energía que no necesariamente quiere decir que sea saludable. Esa misma energía puede ser la respuesta a lo que necesitan miles de minúsculos implantes en desarrollo para generar electricidad sin necesidad de engorrosas baterías.
Mediante el uso de la glucosa corporal de la propia persona, una nueva celda de combustible experimental ha conseguido generar la potencia más alta obtenida hasta el momento en un dispositivo de este tipo.
Para implantes cerebrales, sensores en el pecho, chips en el estómago, la nanotecnología abre la puerta a nuevas formas de aplicar medicamentos o monitorizar a los pacientes. Sin embargo, esta innovación tiene un gran obstáculo que salvar, depende del diseño de baterías minúsculas. Algunos estudios optan por usar vibraciones, mientras otros recurren a elementos naturales del cuerpo humano.
Un equipo formado por el MIT (Instituto Tecnológico de Masachussets) y la Universidad Técnica de Múnich han desarrollado está celda de combustible, la más potente basada en glucosa. "En lugar de usar una batería, que puede ocupar el 90 % del volumen de un implante, se puede fabricar un dispositivo con una película delgada y tener una fuente de energía sin huella volumétrica", dice Jennifer LM Rupp, profesora asociada de química de la Universidad Técnica de Múnich en Alemania.