No hace falta ser un experto para darse cuenta de que la mayoría de objetos de metal son capaces de acumular calor rápidamente y que también está presente en muchas de las instalaciones y conducciones eléctricas.
Pero, ¿por qué los metales son buenos conductores de electricidad? El secreto está en la propia composición de estos materiales, en sus átomos, que les confiere unas propiedades determinadas que los convierten en los mejores conductores de electricidad.
El metal es un buen conductor de electricidad que permite el paso de la energía a través de él, es decir, no opone resistencia o lo hace en menor medida que otros materiales. Esa facilidad para dejar fluir la electricidad es una característica propia de determinados elementos, sólidos, líquidos y también gaseosos, ya que no se trata de una propiedad exclusiva de los metales.
También el grafito o las soluciones salinas son buenos conductores que permiten que el flujo eléctrico pueda recorrerlos con facilidad. Dejar que la energía pase a través de un material, encontrando en su avance una mayor o menor resistencia, depende de la estructura atómica de cada uno de ellos.
En el caso de los metales, esa capacidad de transmisión es muy alta. Sus átomos cuentan con un mínimo de dos o tres electrones externos (de valencia) que se liberan rápidamente al contacto con una fuente de energía, configurando enlaces y campos electromagnéticos que permiten su paso logrando, además, mantener la materia estable, es decir, sin que se deforme en gran medida ni que, por ejemplo, pueda llegar a quemarse por la acción de la electricidad.
En otros materiales de escasa conductividad, como puede ser la madera, esto no ocurre porque la presencia de electrones “libres” es mínima. Ordenados de mayor a menor, los metales con mayor conductividad son: cobre, acero, oro, plata, bronce, níquel, hierro y latón.